Estos últimos días a algunos se les ha ocurrido la solución para acabar con la guerra en Ucrania: “diplomacia de precisión” ¿cómo no se le había ocurrido a nadie antes? Todos los esfuerzos diplomáticos para una salida negociada son necesarios y bienvenidos, pero parece que hace falta recordar lo obvio:

La invasión rusa a Ucrania vino precedida de mucha diplomacia: conversaciones en Ginebra EEUU-Rusia, en Bruselas OTAN-Rusia y en Viena OSCE-Rusia. Y viajes de Macron y Scholz a Moscú para reunirse con Putin pero el operativo militar ya estaba en marcha y la decisión, tomada.

Y es que el problema de base es que Moscú nunca ha reconocido a la Unión Europea como un interlocutor válido. Se dirigió a las 27 capitales en una misiva y despreció a Bruselas sistemáticamente en las conversaciones previas. Mientras los países europeos coordinaban sus posiciones a través del G-7, de la OTAN y de sus Estados.

Además, el problema medular en las conversaciones es irresoluble: Rusia no acepta la soberanía e integridad territorial de Ucrania. Un principio sobre el que ha pivotado el orden europeo y la estabilidad post-45 y cuya “concesión” no es imaginable para nadie.

A todo esto hay que sumar que la ideología y las ideas que explican las decisiones de Putin son: neoimperialismo, etnonacionalismo y nostalgia imaginaria como fuente de legitimidad. Un autoritarismo ultra-conservador con 6300 bombas atómicas en la recámara. Son las mismas ideas que trajeron los capítulos más oscuros del sXX.

Así que la única forma de ser efectivos y “precisos” con la diplomacia para una salida negociada es hacer pagar a Moscú un precio por la invasión inasumible, a través de un aislamiento y daño económico mediante sanciones sin precedentes. Pero condición previa a ese pago es permitir la defensa de Ucrania, es lo que ellos quieren, lo que reclaman y no somos quién para negar a las víctimas su derecho a defenderse.

Si colapsa Ucrania porque no tiene capacidad de defenderse legítimamente de una agresión unilateral, no habrá nada que negociar con Moscú. Es precisamente la asistencia militar la que permite empujar a Moscú a un escenario diplomático. Es su condición, no su alternativa.

Javi López

Eurodiputado S&D-PSC